La conexión entre la tecnología y la distopía

En su libro ensayístico El lectoespectador, Vicente Luis mora cita a Slavoj Zizek:

“El hecho mismo de percibir mi propia imagen como un mero juego me permite suspender las inhibiciones usuales que me impiden dar salida a mi ‘lado oscuro’ en la vida real, y exteriorizar libremente todos mis potenciales libidinales. Cuando una persona que es tranquila y tímida en sus contactos sociales de la vida real adopta una personalidad malcarada y agresiva en la realidad virtual, podemos decir que expresa con ello la parte reprimida de sí mismo, un aspecto públicamente no reconocido de su ‘verdadera personalidad’ (…) también podemos decir que es en realidad un sujeto débil que fantasea con un comportamiento más agresivo para evitar enfrentarse con su debilidad y su cobardía en la vida real. Escenificar una fantasía en la realidad virtual nos permite desactivar la dialéctica irresoluble del deseo y el rechazo inherente a él. (168)

Mora también dice que “Esta cita me parece muy importante, y tiene mucho que ver con mi novela Alba Cromm” (168), y por eso me gustaría examinar algunos ejemplos en la novela de las varias manifestaciones de estas ideas. En general, hay bastantes referencias a la psicología complicada detrás de Internet, que muestran una preocupación por parte de Mora sobre el futuro del humano con tantas oportunidades para las acciones oscuras y escondidas. Creo que estas ideas apoyan lo que ha dicho Brian sobre un mundo distópico, y en realidad me parece que hay una conexión bastante fuerte entre el abuso de la tecnología y la creación de este futuro, lo cual sirve como quizás tipo de aviso para nosotros en nuestro propio uso de las nuevas tecnologías.

Primero, creo que el argumento que cuenta Alba Cromm muestra muchas instancias del “lado oscuro” de Internet. En este mundo tecnológico que no parece real, la gente suele actuar de manera distinta a la manera en que actúan en sus vidas diarias. Este libro se basa en un crimen sexual que ocurre en Internet y que es posible gracias a Internet. Otro ejemplo más inocuo es como Elena va trolling, o dejando comentarios incitantes simplemente para enojar a otros o para empezar discusiones, en los blogs que ella visita. Con la anonimidad, la gente se pone menos inhibida más valiente con las acciones porque se pueden esconder: Alba Cromm demuestra ejemplos de qué ocurre cuando esta valentía les lleva a ciertas personas a acciones peligrosas y dañosas.

¿Por qué Internet les lleva a actuar en estas maneras más agresivas y menos humanos? Elena escribe, “Hay tanta información que se pierde en [Internet], como las expresiones posturales, los tonos de voz, los gestos de las manos, las inflexiones de timbre, las miradas involuntarias, los silencios…” (128). Una persona con deseos oscuros se aprovecharía de estas oportunidades de esconderse tanto, como vemos en la proliferación de pederastas en la distopía de Alba Cromm. Y Mora también lo explica en El lectoespectador: “Su voluntad es la de dejar huella sin dejar indicios, pisar hurtando la posibilidad de ser seguido. Piensa que Internet no es real pero el problema es que lo es” (166).

También me resulta interesante las diferencias y distinciones entre las varias realidades del personaje Alba Cromm. Aquí las ideas de Zizek multiplican, me parece, porque Alba no solamente tiene su vida social y su vida en línea—sino también su diario, sus apuntes profesionales, su vida como la representa en su blog. Tal y como todos los humanos, es un personaje fragmentado y múltiple. No puede existir de la misma manera en todos estos plataformas de su vida. Creo que esta distinción es muy intencional por parte del autor, porque vemos menciones de ella a través de la novela. En su diario, Alba explora sus razones por empezar su blog, y dice “sabía que tenía que hacerlo, sin cuestionarme por qué” (26). Fuera de contexto, podríamos poner esta cita en boca de cualquier criminal (¿pederasta?) y explorar este impulso profundo—y la facilidad tecnológica de cumplirlo rápidamente. También ella explica que “la escritura a mano me parece mucho más íntima” que teclear (26), mostrando también otra (des)ventaja de la vida en línea, donde uno puede conseguir separación de sí mismo y de lo humano.

Después de citar a Zizek, Mora continúa: “Esta violencia latente, unida a la enorme difusión que el sexo tiene en Internet, con porcentajes altísimos tanto de páginas pornográficos como de circulación (lícita e ilícita) de imágenes de contenido sexual, nos hacen ver que la red tiene una enorme capacidad de representación libidinal para el internauta” (168-169). Esta explicación también es relevante en Alba Cromm por su tratamiento de la sexualidad (especialmente la sexualidad “anormal”). ¿Por qué Internet sale como medio apropiado o adecuado para expresar los deseos más oscuros o anormales? ¿Por qué la abundancia de esta ciberdelincuencia? Aún Alba encuentra su deseo carnal y prohibido a través de la computadora: Ve los videos de los mismos pederastas que quiere castigar, pero ella solo ve las preparaciones antes del acto sexual. Hay una conexión profunda entre la tecnología y el deseo prohibido. Y aquí es donde veo la conexión con el mundo distópico que examinó Brian: Internet le provee a la gente un canal para explorar, con quizás demasiada libertad y anonimidad, sus peores deseos.

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