Alba Cromm: detrás del espejo, delante de la interfaz


Como se puede observar a lo largo de una semana, dependiendo del estado de ánimo y las intenciones para el día, uno puede concentrarse en lo más grotesco o lo más atractivo de su reflejo en un espejo. Similar al espejo, que es un punto de encuentro entre el reflejo de luz y la interpretación de la imagen, las distintas aplicaciones, programas o páginas en la Web, creadas por la ingeniería de otros, son moldeadas por la percepción de los que interactúan con ella. La interfaz es una frontera virtual donde ocurren intercambios de información entre “software, “hardware” y la presencia humana en cada sitio Web. Usando diversas interfaces, los usuarios del Internet pueden operar a través de avatares, cuyos nombres, palabras y estética han sido cuidadosamente pulidas para reflejar una imagen intencional de ellos mismo. Aunque es un marco construido por agentes de computación ajenos, el nombre “interfaz”, literalmente el “entre-cara y lo desconocido,” se presta como un símbolo metafórico donde se reflejan las intenciones e  interacciones psicológicas que ocurren entre personas y el Internet. En la novela de Vicente Luis Mora, Alba Cromm (2010) el escenario principal donde se encuentran los personajes son las interfaces de distintos chats y blogs. Alba Cromm, una atractiva e inteligente subcomisaria policial, apoyada por su amiga Elena y pretendida por un periodista, Ezequiel, interactúa con usuarios del internet para cazar pederastas, entre ellos un hacker conocido como Nemo. Aunque en esta novela las diversas interfaces en sí no cambian, las interfaces sirven como la más importante plataforma de comunicación, por las cuales se proyectan los deseos más íntimos de los personajes que se interesan por el genio-hacker, Nemo.
            La Subcomisaria Alba Cromm se toma muy en serio el trabajo de atrapar pederastas en el Internet. Para sus colegas y su familia, el trabajo de combatir el crimen contra niños parece ser el deseo más importante en la vida de Alba. Sin embargo, aunque ella es percibida por otros como “imponente” y “temible,” (33) Alba sigue siendo una persona (como todos, quizás) algo insegura, alguien que comprueba dolorosamente “si hay llamadas perdidas” (46) de su ex marido. Mientras que el éxito que ella tiene captando agresores es una de las formas en que Alba recibe reconocimiento de sus colegas y su familia, sus interacciones subsecuentes con Nemo sugieren que, realmente, es el acto de interactuar con el pederasta en la red lo que le sacia la soledad.  En una de las conversaciones más tempranas con Nemo, éste comparte un poema de amor con ella. Alba finge sentirse emocionada, y menciona que nadie le ha hecho algo tan romántico. Cuando Nemo le dice que “sólo ha conocido niños tontos,” Alba responde, “mira, eso es verdad” (170) con una franqueza que el lector reconoce como sincera dada su experiencia deprimente con su ex marido. Esta forma de sinceridad que Alba utiliza con Nemo demuestra que su interés en él sobrepasa el interés de capturarlo, y que el afecto que Nemo le demuestra es un reflejo de la curiosidad que ella siente por él.
Alba manipula el interés entre ella y Nemo con sus otras relaciones. Durante un chat con Nemo sobre cómo ‘hackear’ a Nautilus, un sistema de inteligencia artificial, Alba le pregunta a Nemo cuántos años tiene. Él le responde “kedamos en que no ibas a hacer esas preguntas” (180).  Fiel a su avatar de niña, ella asiente y continúa la conversación. Casi un mes más tarde, en una conversación con Ezequiel, el periodista que la desea, éste le hace una pregunta personal acerca de su brazo- un trauma que ella prefiere ocultar. Su respuesta a Ezequiel es, “quedamos en que no ibas a hacer esas preguntas” (195). La manera que ella refleja las palabras exactas que Nemo usó con ella sugiere que ella está internalizando y replicando el método de comunicación del hacker. De la misma forma que Alba juega a subyugarse frente a Nemo para comprobar sus supuestas intenciones de pederasta, Alba mantiene un grado de poder sobre Ezequiel, quién está sediento por información. Mientras que Ezequiel quiere conocer a Alba y los detalles de su vida para escribir una “historia, algo que contar” (203), Alba lo desea a él como una presencia amorosa masculina. Para Alba, las interacciones con Nemo por medio de interfaces le permiten satisfacer su deseo de participar en un “proyecto” difícil e interesante: capturar a Nemo por medio de seducción y romper la clave del sistema de Nautilus, tanto como verse deseada en carne y hueso por Ezequiel, un periodista que busca información- y más- de ella.
             Por su parte, la amiga de Alba  Elena, había expresado una cierta ansiedad frente a la relación de Alba, su trabajo, y Nemo. En una entrada de diario, Elena recuenta una noche emborrachada cuando Alba le confiesa un secreto profundo. Elena narra:
Cuando comenzó el vídeo y ella observó los preparativos sintió de súbdito un deseo tan intenso y atrozmente culpable que tuvo que salir corriendo a vomitar al cuarto de baño… Ella me dijo que era el deseo ajeno lo que estimulaba el suyo. (164)

Esta confesión que recuenta Elena en sus propias palabras, hace que Elena, y el lector mismo, cuestione las intenciones de Alba. Aunque supuestamente Alba no quiere ver la violación de los niños, la perversión del deseo de “los rostros tensos, las sonrisas nerviosas, las entrepiernas progresivamente abultadas” (164) de los pederastas parece ser lo que la motiva sexualmente. Dado que Alba corta y graba fragmentos de estos vídeos clasificados para su consumo privado, se podría deducir que interactuar con el deseo de los pederastas por medio de chats con su avatar ‘Alba Cromm’ le produce un estímulo sexual.  Es este estímulo sexual que no le deja percibir que el humano detrás del usuario de Nemo es un niño. En vez de tomar señales cómo sus repetidas referencias a su “mamá” (169,179,181) y que él “también es pequeño” (169) como legítimas pistas de su persona, Alba se concentra sólo en la interfaz del chat enmarcada por la pantalla, los avatares en el chat, y el deseo de Nemo de poseer una foto suya. Aunque nunca se sabe si el deseo de Nemo es explícitamente sexual, y existe información que sugiere que, realmente, él no quiere tocar físicamente a nadie, Alba aprovecha la anonimidad de la interfaz para reflejar en él su propio anhelo de un deseo prohibido.
            Dicho esto, Alba no trabaja sola. La subcomisaria depende de la ayuda de una red de personas para capturar a Nemo. Elena, su mejor amiga, es su mayor fuente de apoyo tanto como la interpretadora de los textos de Nemo, y la que ayudaría a romper la clave del programa de inteligencia artificial, Nautilus. En varias ocasiones, Elena es capaz de hacer observaciones importantes sobre el deseo desviado de Alba, y ella presiente que podría haber algo “peligroso” en su relación con Nemo. Pero si Elena es tan buena psicóloga, ¿cómo es que ella tampoco vio las pistas de la edad de Nemo? Una razón es que Elena desea a su amiga. Cuando Alba le hace la confesión de su penoso y secreto deseo, Elena describe el ambiente cargado: “estábamos las dos en bragas en su salón, ella sentada en el suelo y yo recostada en el tresillo[…]Estaba al decírmelo tan borracha y yo tan bebida, confusa, excitada y aturdida que no podíamos analizar las frases” (163).  Esta descripción de Elena, y su enfoque en la desnudez, embriaguez,  y excitación revela un deseo sexual – oculto para sí misma- que ella siente por su amiga. Aparte de salir de compras y trabajar profesionalmente con ella, Elena no actúa sobre su deseo, y lo mantiene oculto. Sin embargo, Elena piensa en ello. Después que Nemo falla en hacer una referencia explícita del sexo frente a Alba, en una conversación en un chat Elena reflexiona,
“¿Por qué Nemo ha protegida a Alba? Quiere desnudarla, pero no quiere que sepa nada sobre el sexo[…] es algo extrañísimo[…]Hay algo que no me cuadra[…]Alba ha podido con él como puede con todos. Nemo es el delincuente más listo al que se ha enfrentado nunca[…Alba] es increíble. Es la mujer perfecta” (246-7).

En vez de investigar la importante contradicción que la advierte su intuición, Elena prefiere interpretar la acción de Nemo como la del un listísimo delincuente. De esta manera, Elena puede seguir razonando que Alba es una “mujer perfecta” que se enfrenta a un gigante. Su deseo por la Alba fuerte, inteligente y un poco en peligro es reflejado por su propia interpretación inusualmente incorrecta de las palabras e intenciones de un fantasma en la Red, Nemo.
            Interpretar a  Nemo como un peligrosísimo pederasta también le conviene a la policía. Ellos describen en su reporte sobre Nemo,
Este comportamiento hace pensar a un sector del equipo que el sospechoso pudiera pertenecer a uno de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Ello explicaría el hábil modo de esquivar de forma sistemática los rastreos y su eficacia a la hora de no dejar pistas psicológicas. (186)

La comisaría ve en su incapacidad de encontrar a Nemo sólo su propia eficacia. Para ellos, las trampas que juega Nemo detrás de la protección virtual del interfaz, el no dejar rastros de su verdadero ser o su ubicación física, es sólo comprensible como una imagen  reflejada del ideal del cuerpo policial.
Este análisis nos lleva a preguntarnos, ¿por qué es Nemo, desde un principio, un ser buscado por la policía? ¿Está cometiendo un delito en la manera en que interactúa en los chats? En sus reflexiones, antes de revelarse la verdadera identidad de Nemo, Elena expone un análisis de la personalidad de Nemo y sus patrones como pederasta. Ella explica que crea avatares a base de lo que ya existe en el internet, que “es un hacker discursivo[…] Actúa como una sombra lingüística, se adapta al reflejo de cuerpos de otros” (178). Aunque, cómo describen reportes dentro de “Upman,” la revista contenida dentro de la novela de Alba Cromm, los niños y niñas tienen su propio tipo de deseo sexual, el proyecto de Nemo no es tanto de tratar a niñas de una forma explícitamente sexual, si no de convertirse por escrito en lo que las otras quieren que él sea. Nemo dice a Alba, “a las personas se las puede convencer. Programas y personas: sólo hay que decir las palabras clave. Se abren” (127). Nemo utiliza el enorme banco informático de la Red para escribir su personaje digital de acuerdo con las señales que le prestan los avatares que interactúan con él. Quizás como el siguiente desafío intelectual, lo hace de forma incógnita. Para Nemo, el banco de información en el Internet que logra acceder y replicar por medio de interfaces y su avatar es su mayor fuente de poder.
Su proyecto, aunque perseguido por la policía, no es muy diferente de lo que hace Alba: crear un avatar- un personaje público- en sus blogs, chats, entrevistas, etc. que se pueda interpretar por otros de manera distinta que su ser físico. Aunque ella considera su propio avatar tecnológico como algo normal, el trabajo de Nemo es criminalizado porque se  percibe que es muy bueno engañando a las personas para satisfacer un deseo de poseer. Dado que su discurso por Internet es una conglomeración de lo que ya existe, sin embargo, él está actuando como la mayoría de los niños— internalizando información, imágenes y el comportamiento de otros avatares y adultos que observa por medio de la Red. Aunque le busca la policía, entonces, Nemo no es más que un experto- una proyección excepcionalmente bien definida- de lo que hacen todos los que crean una versión de ellos mismos por Internet para verse descifrados y deseados por otros.
El descubrimiento de la identidad de Nemo por Alba Cromm y su equipo es inesperado para todos. Para el lector de la revista machista Upman, que contiene el dossier de Alba Cromm dentro de la novela, el hecho que el buscado pederasta sea un niño sirve como un buenísimo remate para ridiculizar al personaje de Alba. En su manera misógina, los lectores pueden reírse del deseo pervertido de la mujer que tiene conversaciones explícitas sobre el semen, que chatea con un niño, que asume que “el gusto normal de los hombres está siempre rondando […]el delito de maltrato” (47). Se pueden burlar de que esta mujer tan sexy y supuestamente inteligente sea tan basta como ellos mismos, hasta el punto que la puedan considerar una de las “femmes impures” (18) por las que brinda el director de la revista en la editorial del comienzo de novela. Para el lector crítico, sin embargo, el descubrimiento que Nemo es un niño es algo mucho más problemático. Recordando una entrada del blog de Alba donde ella asiente que “somos lo que ocultamos” (194), el lector es forzado a reflexionar de qué maneras se exponen y se ocultan los verdaderos deseos por medio del Internet.  A través de las diversas fantasías ajenas de los avatares que refleja Nemo con sus habilidades discursivas y tecnológicas, Alba Cromm demuestra cómo las interfaces, las proyecciones y los avatares que nos unen al World Wide Web pueden reducirse a un espejo de nuestras propias habilidades, inseguridades y más íntimos deseos.

Naomi García Pasmanick
15 de diciembre, 2015
Narrativas Transmedia, UC Berkeley

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